miércoles, 8 de abril de 2020

SENTIRTE


por Cristóbal Cervantes Hernández
                       @CCervantesH

Por el Paseo de Almería no se pasea. En el Paseo de Almería se siente, se vive y se comparte el corazón de la ciudad. Por aquí pasa la vida de mi ciudad. Las cosas cotidianas, los abrazos y los cafés -¡ay, los abrazos y los cafés!- las compras, los encuentros, la maravillosa rutina que extrañamos cuando nos falta. También aquí las cosas importantes, las que nos pellizcan el alma, las que nos zarandean de emoción, las que nos hacen saltar de alegría. Todo pasa por aquí. Es la carrera oficial de Almería. Siempre. En Semana Santa, en Navidad, en la Cabalgata de Reyes o en la Feria. Es el corazón que transmite vida.

Y aquí vuelvo hoy, Miércoles Santo, en una extraordinaria fusión de sentimientos. En el vertiginoso encuentro de mi pasado y mi presente. Hoy pasará por aquí la Esperanza a la que voy a pedir que nos mire y se quede, porque la necesitamos más que nunca.

Hoy volveré a sentirte, Madre del Amor y la Esperanza, Madre de los Estudiantes, como aquél Miércoles a mediados de los setenta del siglo pasado. Fuiste la primera en la historia de este periodista a la hora de escribir el capítulo de retransmisiones de Semana Santa. Recuerdo que el “complejo dispositivo técnico”,  ideado por el inolvidable Antonio Sánchez, consistió en unir metros de cables que desembocaban en un micrófono que, cruzando la ventana de Radio Juventud en la calle Cervantes, se constituía en una Unidad Móvil capaz de emitir a Almería lo que iba a pasar por allí. Y lo que iba a pasar por la calle era el prodigio de Antonio Castillo Lastrucci. La Virgen del Amor y Esperanza. Cómo olvidar hoy que en aquella retransmisión intervinieron desde dentro dos grandes amigos que, jovencísimos entonces, ignoraban que estaban llamados a ser hombres clave en el llamado “resurgimiento” de la Semana Santa de Almería. Estoy hablando de Manolo Martínez y José Luis Cantón. Gracias a ambos por aquella noche primera y por hacer en ese Miércoles Santo, historia de nuestra Semana Mayor. La noche en la que el micrófono de Radio Juventud formó parte del Cortejo que venía desde la Catedral a llenar de Amor y Esperanza las calles de Almería.

Puestos a recordar, recuerdo que fue la Esperanza de los Estudiantes la primera Dolorosa en ir bajo palio al encuentro de Almería. Y la primera en realizar  su estación de penitencia con costaleros.

Hoy, en Almería y con el “corazón partío” con Sevilla, la otra ciudad de mi vida junto a Barcelona, espero a la Esperanza que desde San Ildefonso me lleva a San Gil. La Macarena. Ni más ni menos. Bajará por la Avenida de Vilches, se detendrá en la Puerta de Purchena, ese maravilloso salón de estar de la ciudad, el cruce de todos los caminos. El centro de todas las miradas. Y, después, Paseo abajo, donde Te esperaré. Fue aquí, donde por primera vez, año 1992, la Semana Santa de Almería pudo mirarse y admirarse gracias a la televisión, gracias a las cámaras de la inolvidable TeleSol. Un honor formar parte de aquel equipo capitaneado por Abelardo Alzueta, al que desde aquí recuerdo con emoción, sabiendo que hoy no se va a perder detalle desde el palco del cielo. Gracias por tu confianza y tu afecto, Abelardo.

El Paseo será testigo de una Sentencia de muerte, que es Sentencia de Vida. Lo que expresan perfectamente los dos pasos de esta cofradía. La condena y la vida. El anuncio de la crucifixión y la vida de la Esperanza. Pasa la Macarena. Pero, ¿qué pasara en Almería desde las siete menos cuarto de la tarde? Los nervios por la estrecha salida de la calle Nuestra Señora de las Mercedes. La emoción por verla un año más bajo el palio azul del cielo de Almería. Las lágrimas por sentirla tan cerca. El gozo de ver que sí, que un año más camina por tu calle.

¿Qué va a pasar ? La bulla de las plazas. La intimidad de las calles estrechas. Su mirada derramada por las esquinas de la ciudad. Su manto que protege y ampara. Su pañuelo, consuelo de los afligidos. Las confidencias y las dudas a la Madre del buen consejo. Los ruegos, los rezos a quien es Auxilio de los cristianos. La luz de quien es Estrella de la mañana. ¿Qué está pasando? Que por Almería pasa la Macarena.

Es verdad. Cuántos recuerdos en esta tarde de Miércoles Santo en mi ciudad. Venir a Almería es rebuscar en el arcón revuelto de la memoria. Cuando lleguen al Paseo los tres pasos del Prendimiento, los ojos me llevarán al patio de la Escuela de Artes y Oficios donde en un lejano 27 de Enero de 1991 tuve el privilegio de proclamar el primer pregón de mi Hermandad, también el primero de mi vida. Hoy, como entonces, pregono la infinita expresión de amor que transmite el primer paso. El Prendimiento. O la entrega. Llega para mirarnos y para mirarle. Para sentirnos y sentirle. Le veo sereno, aceptando lo que sabe está por llegar. Sabe que al final está la Cruz. La Redención. “Nadie tiene mayor Amor que el que da la vida por sus amigos”

Veo a Jesús Cautivo de Medinaceli con la mirada fija en el suelo. La boca entreabierta. Solo. Jesús-hombre se siente solo y desamparado. La teología cristiana lleva XXI siglos intentando asumir y explicar este misterio: Dios hecho hombre. Y a este hombre que es Dios acuden los almerienses con sus miedos, sus dudas, sus sueños y esperanzas. “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados. Yo os aliviaré”. Y es que Él es “la verdad, el camino y la vida”. Dice san Juan de la Cruz que “en Jesús nos ha dicho Dios todo lo que tenía que decirnos. Que no necesitamos más mensajes”.

Y la Madre. Su Madre. Nuestra Madre. Nuestra Señora de la Merced, obra de Antonio Joaquín Dubé de Luque, el imaginero que nos dejó hace pocos meses y a quien tanto admiré. Me dijo un día que en el taller a una Virgen hay que hablarle. A un Cristo, escucharle. Hoy quiero decirle cosas a mi Virgen de la Merced. Lo primero, que va a estar guapísima esta noche. Y que no deje de mirarnos como solo las madres saben. Con esa mirada que protege y ampara. En este Miércoles Santo quiero pedirte, a Ti que eres Salud de los enfermos, que no nos sueltes de Tu mano. Te lo pide Almería entera. A Ti que eres “vida, dulzura y esperanza nuestra”. Te lo pido mirando esos Tus ojos misericordiosos en esta noche de Miércoles Santo en la que volveré para sentirte.