jueves, 9 de abril de 2020

Jueves Santo y madrugada en la Pasión del Señor

por Miguel Francisco Sagredo Jiménez
presbitero
La Cena

Jesús después de despedir a Judas en el Cenáculo les dio el Mandato del amor; predijo las negaciones de Pedro; consoló a sus discípulos; expuso la alegoría de la vid y los sarmientos; les anunció el odio del mundo y el triunfo sobre el mundo y la venida del Espíritu Santo: rogó por ellos, por la Iglesia.
La miseria humana no tiene fin ni cuenta. En una noche de tantas maravillas sale otra vez en el lavatorio la discusión entre los apóstoles sobre quien será el primero ¡Qué inconsciencia en los apóstoles y qué paciencia en Jesús! 
Jesús lava los pies hasta Judas. Después de esto, ¿podrá presentarse caso alguno humano que no esté comprendido en esta lección del Maestro?
En la hora del más grande amor Jesús no encuentra para dejarnos nada más grande que la humillación.
Jesús quiere irse y quedarse y halla este modo. “Toma el pan...y el vino…”
Este es el compendio y memorial de la pasión y muerte de Jesús, dado antes de la misma pasión, como si Jesús quisiera ofrecer por sí mismo el sacrificio que después habrán de ofrecer los verdugos, para que conociéramos que el verdadero ejecutor es el amor: Amor sacerdos inmolat. Y porque todo es amor, se nos da en un convite, como manjar y bebida.
¡Qué pórtico tan divino tiene la sagrada pasión! Todo es amor.

La agonía del Huerto

Al entrar en el huerto Jesús se vuelve a sus apóstoles para recomendarles vigilancia y oración. Los tres predilectos que le vieron en el Tabor, lo ven ahora por tierra... lucha… y suda sangre. Oye un clamor violento… Son todos los pecados.
Jesús nos enseña en el Huerto: vigilar, no confiar en los hombres, orar, fiar sólo en Dios. 
Es frecuente en la aflicción buscar alivio a nuestras penas e impacientarse. Qué necesario entonces es vigilar. Velar sobre nuestro mal humor, sobre nuestra lengua, sobre nuestro corazón para no caer en la aversión o el resentimiento…
Jesús deja que sólo tres le acompañe. ¿A qué comunicar a tantas personas mis dolores? Después de un consuelo artificial se acrecienta el desconsuelo y el remordimiento. Es más ventajoso sufrir en silencio. Una vez que se sufre en silencio es fuente de muchas gracias.
Además a los demás les molesta que vayamos a contarles nuestras penas. Los apóstoles no consolaron a Jesús.
Jesús se dirige a su Padre. Sólo Él puede darnos la paz. Con qué humildad ora: Pater mi, Abba, Pater. Dios es mi Padre. ¡Qué fuerza cobró Jesús en la oración! Los apóstoles huyeron porque no oraron.

El Cristo de la Escucha

Aquí me detengo porque aquí venía como dirían los clásicos porque la Cruz será mañana Viernes Santo.
Aquí me detengo y me transporto a mi niñez. Oigo a mi madre decir que mi abuela se ha ido con unas vecinas “a velar el Santísimo” y que estará toda la noche. Y que vendrán después del viacrucisdel Cristo de la Escucha.

            Medio en serio medio en broma estas palabras siempre estuvieron en mi mente cuando llegaba el Jueves Santo. Yo mismo comencé a probar esta aventura misteriosa en la juventud. 

Las sensaciones y emociones de las madrugadas del Cristo de la Escucha son imborrables. Yo, como joven, hubiera querido quizá más bulla a las 5 de la mañana pero ahí quedó. 

Y cuando pasan los años y sobre todo cuando el alma está serena aparecen los sentimientos. No ya las sensaciones y emociones que son buenas pero más nobles aún son los sentimientos que sólo aparecen cuando hay paz interior. Aparece el amor que no se confunde con la atracción  o el deseo, aparece el gozo que no se confunde con el placer, la alegría con la euforia, la compasión con la condescendencia, la bondad con la sumisión.

Y aquello que viví fue siembra de esta cosecha. El madrugón, el frio, el silencio, el río de gentes,  los cantos y las reflexiones por un megáfono de una voz un poco ronca y acento roquetero podemos vivirlo esta noche. Es nuestra particular madrugá. No te la pierdas.

 Que te penetren las sensaciones y emociones y si consigues la paz interior brotarán de ti los sentimientos: el amor, la felicidad, la compasión, el gozo, la generosidad …. y serás más sencillo. La inteligencia y la sencillez son una misma cosa. Y nos libera del impulso de competir y de luchar con los demás.

Cuanto menos se compite, más se aclaran las ideas y más profundamente se comprenden la vida y la realidad. Se aprende a colaborar, a buscar el bien común.
Cuando se vive de este modo, la alegría, la bondad, el amor y la inteligencia surgen como una misma cosa inseparable. Y la vida tiene otro calor y sabor y cobra un sentido por completo diferente.

No quiero terminar sin animaros también a que os acerquéis a san Agustín porque de allí sale hoy mi otro gran amor: “la palomita de san Agustín”. Mi Virgen del Consuelo. Los primeros amores no se olvidan. Tampoco mi Cristo de la Caridad. Caridad y Consuelo. En la cabecera y a los pies de mi cama.

Madrugá de Viernes Santo: Cristo de la Escucha. Cristo en la Cruz del Calvario. Cruz y Calvario son las dos palabras más trágicas que se han oído en el mundo… No es el lugar, ni el instrumento de suplicio lo que les da ese sentido profundísimo, sino la Víctima allí inmolada. Su sacrificio es permanente pues Jesús es de ayer y de hoy… Su tragedia es la más humana y la más divina…