domingo, 12 de abril de 2020

Por Cristo Resucitado, de la esperanza al gozo

Por Víctor Pérez Castro

Acompáñeme, agárrese a mi brazo en este nuevo Domingo de Resurrección, el día que es fin y principio de nuestra Semana Santa, alfa y omega, el del broche de oro a los días santos de la ciudad. Si las predicciones no fallan, el buen tiempo se suma a la fiesta y brilla el sol. Disfrutemos juntos del gran día de la cristiandad.

Caminemos hacia Nueva Andalucía, barrio novel en la antigua fortuna de tener cofradía propia. Allí, ante la Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat, nadie duda de que se contarán por cientos los cofrades, curiosos y vecinos a la esperada de ver la salida de la joven hermandad encargada de cerrar nuestra Semana Santa: la de Jesucristo Resucitado, Señor de la Vida, y María Santísima del Triunfo. Ya lo sabe usted: nuevo itinerario, nuevo horario, nuevo paso, nueva imagen titular. ¿Usted también está deseando?

La cita es a las 10, pero la cortesía y la prudencia marcan que es mejor adelantarse que llegar tarde. Y allí, rodeados de tanta gente de bien, esperaremos a que se abra la puerta de la parroquia y se plante en su dintel la cruz de guía de la Hermandad, arbórea y con sudario blanco, acompañada de dos bocinas, como queriendo anunciar lo que viene por detrás, la joya de la corona: los niños y niñas del tramo de guardería que colmarán nuestro gozo con sus túnicas blancas, sus esclavinas albero, sus sonrisas de par en par, sus ojos entrecerrados al asomarse a la calle y sus alegres campanitas que, tintineando, quieren traer la alegría a la mañana pascual, dejando atrás las tinieblas propias de Jueves y Viernes, el silencio atronador del Sábado Santo.

Tras ese bendito tramo, nazarenos de blanco portando sencillas cruces de madera sobre las que apoyarán su cansancio como el cristiano apoya sus quebrantos en la cruz, afrontarán los primeros metros del itinerario bajando la calle Limoneros en dirección a Calzada de Castro. Ya puedo imaginarme una densa nube de sahumerio brotando de dos incensarios, la última de otra Semana Santa. Déjeme contarle que en ese momento todas las miradas se centrarán en la carpa que la hermandad ha tenido que levantar junto a la parroquia para que, desde ella, pueda procesionar aquél al que todos esperamos ansiosos: el Señor de la Vida.

A partir de ese momento, estará usted de acuerdo conmigo, todo se sucederá con la inmediatez con la que pasan los momentos alegres, los más felices de nuestras vidas. Y no sé a usted, pero a mí es la música la que me agita las emociones; y si tuviera que apostar, apostaría por lo acostumbrado: la Agrupación Musical Nuestra Señora del Mar, desde 2008 en el Domingo de Resurrección almeriense, lanzará al mundo los primeros acordes de la litúrgica “Resucitó” y se escucharán cuatro secos golpes de llamador. Qué mensaje tan hermoso el de arrancar la procesión con la misma melodía que se cantó en todo el mundo en la Vigilia Pascual, fiesta entre las fiestas.

No veo ya la hora en que el paso del Señor comience a asomar desde la carpa y vuelva a llegar la primavera a nuestro mundo. La imagen de Jesucristo Resucitado, Señor de la Vida, tallada por el imaginero José María Leal, conocerá al fin los primeros rayos del Sol de Portocarrero, o el de Villalán, qué más da: del sol de Almería, que no querrá perderse su estreno y mirará al Cristo como lo mirarán creyentes desde aceras y balcones. La imagen parecerá verdaderamente cobrar vida al recibir la luz del día, hágame caso: la policromía se encenderá; el cabello labrado en la madera se volverá aún más claro, casi rubio; las potencias refulgirán y la cruz que porta el Señor, dotada también de espejos, será un destello que deslumbre y Cristo, ese Cristo, tenderá su diestra a la ciudad y le sonreirá mientras en su mano izquierda sostendrá su bandera, que no es sino la del triunfo de la resurrección. Igual a usted esto de la sonrisa le suena un poco raro, pero fíjese bien; habrá quien diga que depende de la luz, y debe ser cierto, pero yo creo que depende también de cómo usted le mire a Él.

Cuando salga la cofradía, juguemos a adivinar el brillo especial de los ojos que quieran esconderse tras los antifaces blancos y nazarenos de la resurrección. Menuda espera la suya... Yo quiero creer que también en la salida sonará “Y subió a los cielos”, ese himno de la hermandad. Otros años, al escucharlo tras el Resucitado, me ha pasado que uno ya no sabe si son los músicos los que cargan el paso o son los costaleros los que tocan la marcha o qué prodigio de fusión está percibiendo por sus sentidos, pero siempre termino con la misma certeza: Jesucristo resucita y es el Señor de la Vida, la Semana Santa vuelve a cobrar su sentido en la robusta peana de la esperanza. Llámeme exagerado.

Y hablando de certezas, creo que de algo podemos estar seguros: la cofradía será alegre en la calle, caminará a un ritmo alto, será una corriente imparable de alegría que, este año sí, recorrerá buena parte de la ciudad sin quedar recluída en el casco histórico de la misma, pero al que también se acercará: el núcleo de la fe en el núcleo germinal de la ciudad. Las campanas de los niños irán anunciando lo que muchos vecinos aún desconocen: que este año la Semana Santa se cierra por sus calles. Doctor Gregorio Marañón, Rambla del Obispo Orberá, Javier Sanz; calles amplias por las que la cofradía avanzará sin pausa y por las que cada rayo de luz que roce la imagen del Resucitado será una bendición para los testigos, muchos de los cuales observarán desconcertados lo que ven, ya sabe: todo nuevo.

Pero no se suelte, que hemos de ir también a ver cómo a las 12, si nada falla, iniciará la cruz de guía su recorrido oficial estrenándose por última vez ese nuevo sentido del Paseo mirando al mar. Sentido que  encontrará en esta cofradía a una de sus grandes beneficiadas por el juego de la luz, la que en su punto álgido y de frente impactará contra una imagen del Resucitado que fue concebida para eso mismo: para repartir luz. Los espejos de las potencias y la cruz reflejando el sol contribuirán, estoy seguro, a un conjunto que, de este modo, se verá absolutamente áureo, cargado de divinidad. Tan distinto al aspecto cotidiano en el templo.

Camino del templo principal de la Diócesis, al que acuden las cofradías una tras otra, tampoco querría que nos perdiéramos la forma en que las campanas de la Iglesia de Santo Domingo, casa de nuestra patrona, de nuestra Madre y, por ello, casa nuestra; acompañarán a los más jóvenes cofrades de la jornada en su repicar de alegría. Algo parecido a lo que habrá de ocurrir en la Plaza de la Catedral, bajo palio de palmeras.

En el itinerario de vuelta, si usted lo tiene a bien, disfrutaremos de tres hitos a los que el corazón espera ya con impaciencia: las dos paradas del paso ante las concepcionistas franciscanas en Cervantes y las clarisas en Mariana, y el guiño que la hermandad ha de tener, al pasar por la Iglesia de Santiago, hacia la imagen del Resucitado que tantos años representó la Resurrección de Cristo en Almería. Y seguirán caminando alegres, firmes y decididos en su anuncio de la Resurrección.

A la vuelta, nuevamente en la Plaza de San Juan Pablo II y con un horario previsiblemente poco lucido, querría yo que acompañáramos a estos jóvenes de alma blanca y albero en su ingente misión. Querré despedir, con su compañía y la de no pocos almerienses, el Domingo de Resurrección de cofrades maneras. Querré dejarme llevar una vez más por los acordes musicales, quizás de “Señor de la Vida”, al gozo máximo de la fe en una jornada para la historia y los anales de la Semana Santa de Almería.