IN MEMORIAN
Joaquín Jiménez Daza
1922-2014
Este sevillano
de padre, pero lliplense de nacimiento –Niebla (Huelva)-, vivió su juventud en
Triana, cerca de la carbonería
convertida hoy en casa donde ahora vive la expectante Señora de los marineros
Esperanza. Quiso ser hermano de ella, pero su madre, Manuela Daza Ventura, lo hizo de su
vecina, la que también espera y exclama una O de asombro, más él siempre
acompañó al encorbado Nazareno de la calle Castilla. Benemérito de profesión, su
uniforme quizás supliera aquel anhelo nazareno de verde túnica y antifaz,
el mismo que lo trabajo río abajo del Baetis al Andarax.
Un día de la Cuaresma de 1992 pasó, no por casualidad, que es como la mayoría pasan por la calle de la Palma, y al leer un letrero sobre una cochera convertida en casa hermandad que rezaba «Hermandad de la Macarena», entró para hacer hermano a su nieto mayor, el resto podemos imaginárnoslo, un entusiasta Nicolás Ortiz hizo hermano al nieto y a la vez, al abuelo. Desde entonces Joaquín no dejó de pertenecer a las Juntas de Gobierno en las que ha venido ocupando casi todos los cargos posibles, menos el de hermano mayor –aunque Nicolás le pidió que lo sucediera-. Su labor ha sido siempre sorda, silente, sin protagonismo ni vanidades, con una sonrisa en la cara, con una palabra amable, con un consejo sabio. Vendiendo lotería, buscando anuncios o repartiendo boletines, cobrando cuotas –sin él cobrar nada, claro-, haciendo hermanos, repartiendo papeletas de sitio… y regateando, en esto era un maestro, ¡hombre, Gregorio, bájanos el precio que la cosa esta muy mal y nos vamos a tener que ir a otra imprenta!. Vistió, hasta hace no mucho, la túnica del antifaz verde y cuando las fuerzas le empezaron a fallar supo retirarse con la dignidad de un gran maestro, fue entonces cuando cambió la vara por su inseparable bastón, y con éste ha sido el mejor diputado de tramo que ha tenido la Macarena y que hemos conocido vestido de paisano.
Un día de la Cuaresma de 1992 pasó, no por casualidad, que es como la mayoría pasan por la calle de la Palma, y al leer un letrero sobre una cochera convertida en casa hermandad que rezaba «Hermandad de la Macarena», entró para hacer hermano a su nieto mayor, el resto podemos imaginárnoslo, un entusiasta Nicolás Ortiz hizo hermano al nieto y a la vez, al abuelo. Desde entonces Joaquín no dejó de pertenecer a las Juntas de Gobierno en las que ha venido ocupando casi todos los cargos posibles, menos el de hermano mayor –aunque Nicolás le pidió que lo sucediera-. Su labor ha sido siempre sorda, silente, sin protagonismo ni vanidades, con una sonrisa en la cara, con una palabra amable, con un consejo sabio. Vendiendo lotería, buscando anuncios o repartiendo boletines, cobrando cuotas –sin él cobrar nada, claro-, haciendo hermanos, repartiendo papeletas de sitio… y regateando, en esto era un maestro, ¡hombre, Gregorio, bájanos el precio que la cosa esta muy mal y nos vamos a tener que ir a otra imprenta!. Vistió, hasta hace no mucho, la túnica del antifaz verde y cuando las fuerzas le empezaron a fallar supo retirarse con la dignidad de un gran maestro, fue entonces cuando cambió la vara por su inseparable bastón, y con éste ha sido el mejor diputado de tramo que ha tenido la Macarena y que hemos conocido vestido de paisano.
Nos has dejado Joaquín,
ahora que tu Hermandad empieza a despuntar y se vislumbra su más dorada etapa,
ahora que los cultos quieren ser grandes y que las láminas de oro pronto
empezarán a cubrir la talla, ahora, que con las nuevas Reglas tu habrías sido
el mejor consiliario posible. Y lo hiciste en la calma de la más profunda paz
espiritual, cubierto por tu rojigualda
flamante sobre el Pilar de Nuestra Señora, en el día de tu instituto, en la
fiesta que antes fue de la Hispanidad y que ahora cambiaron por nacional. Pero,
no ha sido un adiós triste, porque convencidos como estamos de que la gloria ya
es tuya, mi saludo, nuestro saludo, ha cambiado para siempre por un ¡Dios te ha
salvado, Macareno!.